Oficio de Lecturas
SALMODIA 
Ant. 1. «Señor, ¿quién eres?» «Yo soy Jesús a quien tú persigues; dura cosa será para ti dar coces contra el aguijón.» 
 
SALMO 18 A
ALABANZA AL DIOS CREADOR DEL UNIVERSO
El cielo proclama la gloria de Dios, 
el firmamento pregona la obra de sus manos: 
el día al día le pasa el mensaje, 
la noche a la noche se lo murmura. 
 
Sin que hablen, sin que pronuncien, 
sin que resuene su voz, 
a toda la tierra alcanza su pregón 
y hasta los límites del orbe su lenguaje. 
 
Allí le ha puesto su tienda al sol: 
él sale como el esposo de su alcoba, 
contento como un héroe, a recorrer su camino. 
 
Asoma por un extremo del cielo, 
y su órbita llega al otro extremo: 
nada se libra de su calor. 
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. 
 
Ant. «Señor, ¿quién eres?» «Yo soy Jesús a quien tú persigues; dura cosa será para ti dar coces contra el aguijón.» 
 
Ant. 2. Ananías, vete en seguida y pregunta por Saulo, el cual está orando; éste es un instrumento que me he escogido yo para que lleve mi nombre a los gentiles, a los reyes y a los hijos de Israel. 
 
Salmo 63
SÚPLICA CONTRA LOS ENEMIGOS 
Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento, 
protege mi vida del terrible enemigo; 
escóndeme de la conjura de los perversos 
y del motín de los malhechores: 
 
afilan sus lenguas como espadas 
y disparan como flechas palabras venenosas, 
para herir a escondidas al inocente, 
para herirlo por sorpresa y sin riesgo. 
 
Se animan al delito, 
calculan cómo esconder trampas, 
y dicen: "¿Quién lo descubrirá?" 
Inventan maldades y ocultan sus invenciones, 
porque su mente y su corazón no tienen fondo. 
 
Pero Dios los acribilla a flechazos, 
por sorpresa los cubre de heridas; 
su misma lengua los lleva a la ruina, 
y los que lo ven menean la cabeza. 
 
Todo el mundo se atemoriza, 
proclama la obra de Dios 
y medita sus acciones. 
 
El justo se alegra con el Señor, 
se refugia en él, 
y se felicitan los rectos de corazón. 
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. 
 
Ant. Ananías, vete en seguida y pregunta por Saulo, el cual está orando; éste es un instrumento que me he escogido yo para que lleve mi nombre a los gentiles, a los reyes y a los hijos de Israel. 
 
Ant. 3. Saulo comenzó a predicar en las sinagogas a los judíos, afirmando que Jesús era el Cristo. 
 
Salmo 96
GLORIA DEL SEÑOR, REY DE JUSTICIA
El Señor reina, la tierra goza, 
se alegran las islas innumerables. 
Tiniebla y nube lo rodean, 
justicia y derecho sostienen su trono. 
 
Delante de él avanza fuego 
abrasando en torno a los enemigos; 
sus relámpagos deslumbran el orbe, 
y, viéndolos, la tierra se estremece. 
 
Los montes se derriten como cera 
ante el dueño de toda la tierra; 
los cielos pregonan su justicia, 
y todos los pueblos contemplan su gloria. 
 
Los que adoran estatuas se sonrojan, 
los que ponen su orgullo en los ídolos; 
ante él se postran todos los dioses. 
 
Lo oye Sión, y se alegra, 
se regocijan las ciudades de Judá 
por tus sentencias, Señor; 
 
porque tú eres, Señor, 
altísimo sobre toda la tierra, 
encumbrado sobre todos los dioses. 
 
El Señor ama al que aborrece el mal, 
protege la vida de sus fieles 
y los libra de los malvados. 
 
Amanece la luz para el justo, 
y la alegría para los rectos de corazón. 
Alegraos, justos, con el Señor, 
celebrad su santo nombre. 
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. 
 
Ant. Saulo comenzó a predicar en las sinagogas a los judíos, afirmando que Jesús era el Cristo.
VERSÍCULO
V. El Señor es clemente y misericordioso. 
R. Lento a la cólera y rico en piedad. 
PRIMERA LECTURA 
De la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 1, 11-24 
DIOS ME REVELÓ A SU HIJO PARA QUE LO ANUNCIARA 
Os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es cosa humana; y no lo recibí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. Habéis oído hablar de cómo me portaba yo en otro tiempo en el judaísmo: cómo perseguía encarnizadamente a la Iglesia de Dios y la devastaba; cómo, en el celo por el judaísmo, iba más allá que muchos compatriotas de mi edad y me mostraba celoso partidario de las tradiciones paternas. Pero, cuando aquel que me eligió desde el seno de mi madre me llamó por su gracia y tuvo a bien revelarme a su Hijo para que lo anunciara a los gentiles, en seguida, sin pedir consejo a hombre alguno y sin subir a Jerusalén para hablar con los que eran apóstoles antes que yo, partí hacia Arabia, de donde luego volví a Damasco. Tres años más tarde, subí a Jerusalén a visitar a Cefas, y estuve con él quince días. No vi a ninguno otro de los apóstoles, fuera de Santiago, el hermano del Señor. Por el Dios que me está viendo, que no miento en lo que os escribo. Después vine a las regiones de Siria y de Cilicia, pero las Iglesias de Judea, que están en Cristo, no me conocían personalmente. Sólo oían decir: «El que antaño nos perseguía ahora va anunciando la Buena Nueva de la fe, que en otro tiempo quería destruir.» Y glorificaban a Dios, reconociendo su obra en mí. 
RESPONSORIO Ga 1, 11-12; 2Co 11, 10. cf. 7 
V. El Evangelio anunciado por mí no es cosa humana.
R. Y no lo recibí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. 
V. Por la verdad de Cristo que en mí reside: yo os he anunciado el Evangelio de Dios. 
R. Y no lo recibí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.